lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 2 - Parte 1

Capítulo 2
Un baile en Palacio

Parte 1
Bienvenidas e invitados


Por Coco

A la entrada de Palacio el pueblo llano, los bardos y campesinos estaban reunidos para celebrar y para ver pasar a los grandes señores y a las elegantes damas; más de alguno esperaba poder ver a la Reina. En la entrada posterior de Palacio, la fila de súbditos entregando regalos a la guardia y al protocolo era considerable. Cajitas de música, sedas y brocados compartían espacio con animales, flores, plantas y vegetales, todos en honor de Cara.


Particular contentó provocó la aparición del Par del reino, Lord Macfadyen, que siempre saludaba amable a quienes gritaban su nombre; un nombre que se asociaba a la grandeza del reino y a su poderío económico. Damas de todas las cunas sonreían al verlo y los caballeros estrechaban su mano esperando contagiarse de lo que llamaban el toque de midas que había bendecido su casa. El camino se abría a su paso como si del mismo Rey se tratase. Para muchos la casa Macfadyen era tan regia como los Strigo, aunque hacía más de cien años que no estaban coronados.


Poco tiempo después y en total anonimato apareció el Capitán Ian Van Somerhalder, su cabeza tenía precio y sabiendo que el Coronel Fassbender estaba invitado, debía actuar con precaución. Nadie había visto al pirata y las descripciones eran muy diferentes entre si; algunos decían que tenía la apariencia de un vikingo con el cabello rubio y más de dos metros de alto, otros aseguraban que era un mestizo nacido en las tierras del nuevo mundo. Más de alguna dama había preferido no intervenir en las descripciones por temor a que el rojo en sus mejillas las delatara, pero bien sabían que no era ni un mestizo, ni un vikingo. Somerhalder se hacía pasar por José de Espronceda, un hidalgo procedente de Nueva España, capitán de un maravilloso navío mercante que hacía negocios con Lord Macfadyen y que extrañando el Continente buscaba un lugar para establecerse.
Semanas atrás, Fassbender había estado a punto de descubrirlo. Somerhalder se había encontrado con una una belleza de piel alabastrina y ojos azules, a la que creía haber deshonrado gracias al cuento del pirata. Eso hasta que un día que el padre de la joven estaba ausente, había querido visitar sus habitaciones y supo que la inocente joven también abría sus piernas al Coronel Fassbender y poco faltó para que lo viera. Se habría marchado de no haber sido porque se había topado con la dulzura angelical de Hatty y le parecía inaudito alejarse de ella. Al llegar a la recepción buscaba a su princesa entre los asistentes, saludó cortés a Macfadyen a quien debía la invitación al baile. El Lord se encontraba en compañía de un hombre de mirada altiva que no lo había vuelto hasta que los presentaron; se habría airado ante el desplante del desconocido de no haber notado la mirada vigilante de Holmes sobre él. Decidido a pasar desapercibido, se recompuso y se alejó en busca de la compañía de alguna dama.

Mr. Holmes era uno de los hombres de confianza del Rey, la cabeza de su cuerpo de investigación y un enemigo al que había que temer. Era singularmente brillante, muy poco dado a las reuniones sociales y un aficionado del estudio del comportamiento humano. Desde la llegada del hidalgo a la Capital se había fijado en él y algo le parecía fuera de lugar, pero aun no estaba seguro de qué. Tomó nota mental y buscó con la mirada al Coronel Fassbender pero no había llegado aun y supuso que estaría entretenido con alguna dama, como era costumbre. Sus pensamientos se detuvieron de pronto cuando se dio cuenta que su esposa lo miraba sugerente; se acercó a Sabine recordando su promesa de disfrutar del baile.
Hacía mucho que había iniciado la celebración cuando llegaron los duques de Firepark, el duque tomaba del talle a su esposa, acercándola hacía él y ella lo veía coqueta. El Rey reprochó con pícaros comentarios su llegada tarde y Cara reía divertida mientras los veía como con nostalgia. El reino entero admiraba el matrimonio de los duques a quienes se les veía siempre juntos y sonrientes. De Calderot se aproximó a su amiga; la belleza de la marquesa no tenía igual en Owland y aunque era consciente de su superioridad, al igual que el resto, se dejaba seducir por la misteriosa y llamativa presencia de la inglesa con la que se había casado Nicholas Strigo, Gran Duque de Firepark. Todo en La Duquesa resultaba atrayente, de una manera difícil de explicar, quizá fuera por el misterio que la rodeaba, por lo seductor de sus ojos o por el despliegue de poder que la había rodeado desde su llegada al reino; por la razón que fuera, era un mujer cuya presencia se imponía. De Calderot le pidió que la acompañara y su esposo besó con afecto su mano.
- Querida mía, ese hombre la adora. - Elle sonrió y continuó caminando y saludando a los que se acercaban a ellas.
Acababa de entrar la compañía circense con fuego y malabares y todos los asistentes estaban entretenidos con el espectáculo. La Duquesa estaba tan distraída que no había reparado en una mirada penetrante que la había seguido desde que apareció por las puertas de Palacio.
- No esperaba volver a encontrarte. - Conocía esa voz de otra vida, el piso sobre el que estaba parada le parecía hecho de gelatina y el sobresalto fue aun mayor cuando volvió el rostro y vio clavada en ella los ojos de Mr. Darcy. Se daba perfecta cuenta que debía mantener la compostura. Años de experiencia en Palacio y las instrucciones de las que había sido objeto, no le parecían suficientes en ese momento para hacerle frente; y sin embargo, controlando los ímpetus de su corazón logró responderle.
- Me confunde caballero, no tengo el honor de conocerlo.
Él apenas iba darle una respuesta cuando se escucharon los más variopintos comentarios, las miradas apuntaban a una misma dirección y los que hablaban entre murmullos sucumbieron a la curiosidad; lo que a La Duquesa daba por el momento un respiro. La razón del interés y las exclamaciones eran producto de la llegada de la favorita del Rey, Mademoiselle Garai, que en entrada triunfal recorría el camino hacia la entrada, sabiendo que tal descaro era un desafío directo a Cara. Garai pasó al lado de Mr. Darcy a quien dedicó una sonrisa y una mirada descarada, La Duquesa sintió una ola de ira invadiéndola como hacía mucho tiempo no experimentaba. Del otro lado del salón vio que su esposo, como todos los hombres, también estaba admirando a la favorita, ataviada en un provocativo y revelador vestido rojo. Recobró la compostura, tanto como le fue posible, pero no se animó a ver a los ojos a Darcy, saludó con cortesía y se alejó de él.
Entró en uno de los salones que estaban cerrados y sin necesidad de verlo supo que Gabriel la había seguido. Estaba apoyada en una mesa, pálida; ninguno de los dos había tenido noticia de la llegada de Darcy pero ya Van Helsing se había puesto en averiguaciones. Habló con él unos minutos hasta que se volvió a sentir dueña de si misma y se reunió con De Calderot que la buscaba.

En el salón se hablaba sin disimulo lo indispuesta que se veía la Reina desde la llegada de la favorita, pocas personas hablaban de otros temas. La Duquesa y de Calderot estaban junto a la mesa de postres comentando lo incómodo que se había puesto el ambiente, pero Elle continuamente buscaba con la mirada al joven inglés que charlaba con Macfadyen sin quitarle la vista de encima.
- ... en cuanto tenga un minuto espero poder hablar con Frederick, ¿cree que haga algo al respecto? - La Duquesa la vio como si no entendiera.

Para De Calderot las miradas masculinas no eran un misterio, estaba acostumbrada al escrutinio y a la admiración y los temas del corazón rara vez le pasaban desapercibidos. Tenía la sensación que lo que le ocurría a la inglesa tenía que ver con la mirada del amigo de Macfadyen, atento en dirección a ellas, "Pero no es a mi a quien ve".
- Querida niña, ¿es cosa mía o ese apuesto inglés la está viendo con demasiado interés?
- Él...
- ¡Por las reliquias del búho! El amigo de Lord Macfadyen es inglés... ¡¿Es Él?! ¿me equivoco? - De Calderot estaba emocionada. Una sola vez había escuchado hablar del hombre en el pasado de La Duquesa y sabía casi nada de lo ocurrido, pero su cabeza no había dejado de inventar las más trágicas historias de amor.
La Duquesa sabía que había cometido un desliz al hablar de Darcy con de Calderot. Hacía cosa de un año, en un momento de debilidad había mencionado a un hombre en su pasado, pero la esposa de Di Franco ponía especial atención a esos detalles. Aunque sabía que no diría nada, debía evitar posibles daños a su papel en el reino y, más importante aun, necesitaba que se ignorase que existía un vinculo entre ella y Darcy o que se conocían siquiera. Poco antes del vals, Cara se acercó a ellas, estaba molesta, era innegable. El Rey quería que su esposa averiguara sobre Mr. Darcy y ella le pidió precisamente a La Duquesa que le dijera a Darcy que se reuniera con ella en uno de los salones del piso superior. Por mucho que quisiera no podía negarse, además algo que no podía controlar se alegraba ante la posibilidad de hablar con él, así fuera un instante.

Cuando comenzó la música el Duque se acercó a ella sonriente. Estaba segura que él notaba que algo le ocurría; Nicholas la conocía y sabía casi todo sobre su vida, así que la mirada fija en ella evidenciaba que algo en su actitud lo desconcertaba. En apariencia Elle actuaba como siempre, pero estaba seguro que algo ocurría.
Darcy no bailaba y al terminar el vals, lo vio dirigirse a un balcón, la reina le sonrió viendo la dirección que el inglés tomaba, La Duquesa se disculpó con su esposo y sin mucha seguridad se decidió a seguirlo. No había nadie más que Darcy, quien con las manos en el balcón veía hacia la oscuridad del jardín.
- Cualquiera diría que no le agradan las reuniones sociales.
- Cualquiera no, solo quien me conozca. - En su tono había un reproche que La Duquesa comprendió perfectamente.
- Entonces debe ser una suposición mía.
- ¿Seguimos sin conocernos?
- Seguimos sin conocernos
- Debe ser cierto porque la mujer que creía conocer nunca fue una Duquesa.
- Creía que los caballeros no tenía memoria.
- Y yo creía que no nos conocíamos... - Se miraban en silencio, hasta que Mr. Darcy lo interrumpió - ... Quizá fue solo fue un espejismo.
- ¿O una leyenda?
- ¿Una leyenda?, creo que eso fue... como la Leyenda de la Libélula.
La Duquesa apartó la vista como si algo la quemara, su rostro estaba encendido y no era capaz de articular palabra, sus manos de forma inconsciente sujetaron el dije en forma de libélula que siempre colgaba de su cuello.
- Señor, hay una dama presente en el Palacio que me ha pedido interceder en su nombre, es su deseo reunirse en privado con usted y discutir un tema que a nadie más compete.
- ¿Puedo preguntar quién es la dama?
- ¿Tantas son las opciones posibles...? - él la miraba con un aire de superioridad y ella retomando el control, pudo por fin verlo a los ojos - Lo espera a las doce en el Salón Persa.

No supo en que momento había regresado al salón, estaba absorta en sus pensamientos hasta que algo llamó su atención; Espronceda estaba rondando cerca de Hatty intentando que nadie lo viera. Recordó entonces su deber y buscó con la mirada a Gabriel, el Capitán de la Guardia del Rey entendió lo que ella quería y estuvo pendiente de cada paso que daba el hidalgo desde ese momento.
- ¿Te encuentras bien? - Nicholas estaba detrás de ella y al volverse tomó sus manos entre las suyas.
- Ahora si. - Se refugió en los brazos de su esposo buscando la tranquilidad que había perdido desde que escuchó a Darcy. - Regresemos a casa.
- ¿Pasa algo?
- No hemos debido salir de casa.
- Si por mi fuera seguiríamos en la cama.- Ella se sonrojó y eso lo hizo sonreír-. Tengo que hablar con Frederick, si no fuera por ella te llevaría a casa en este momento.
Elle quería pedirle que esperara al día siguiente para hablar con el Rey, sabía que si se lo pedía una vez más Nicholas se la llevaría a Peony Hall y ella se entregaría a sus caricias; pero el tema que tenían que hablar su esposo y el Rey, era más importante que el temor que sentía ella por estar cerca de Darcy. Además, debía ser honesta consigo misma; saber que Darcy estaba en ese lugar despertaba una necesidad de estar cerca de él, de verlo y por lo mismo no le pidió que se fueran. Bailó nuevamente con Nicholas y al terminar, Van Helsing le hizo una señal que nadie más notó. Le dijo a Ilona, en secreto, que le pidiera a Espronceda que se reuniera con ella a las doce en el Salón Egipcio. Tenía una papel que desempeñar.

3 comentarios:

  1. Aunque no vaya comentando nada yo voy leyendo, que conste. Me maravilla la trama que habéis conseguido montar, con más personajes que una novela de Shakespeare... jajaja.

    ¡Enhorabuena!

    K.

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  2. Gracias... saber que alguien lee esto produce una sensación que no podría explicar ni en un millón de años...

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  3. Hay ese pasado de La Duquesa y Darcy me intriga, quiero saber más jaja, saludos.

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