Capítulo 1 - Parte 1

El Encuentro

Quill & Inkwell by DNY59

Por Elo

Yo, Elouisa de Wonthington y Phoenix, escribana de su majestad, voy a contar los hechos históricos acaecidos durante el reinado de Su Serenísima Majestad el Rey Frederick Bernard Alfonso Van Heslington Strigo y Navarra, conocido como El Meticuloso, y sus descendientes. Empezaré mi relato en la fecha, Dios mediante, del Siglo XVIII de la Segunda Era de Nuestro Tiempo.

Capítulo 1

El encuentro

Parte 1

Inicio

Era una noche fresca en los primeros días de la primavera del año 1719 de la Segunda Era y el castillo del Rey Frederick Barnard Alfonso Von Heslington Strigo y Navarra, conocido como El Meticuloso, se preparaba para el gran baile. Todo estaba dispuesto, las farolas encendidas, que le daban una apariencia entre fantasmal y de ensueño al lugar; los sirvientes con sus mejores galas y pelucas; el gran salón iluminado con cientos de velas aromáticas, traídas expresamente por orden el Rey desde la lejana tierra de Irán; las pequeñas mesas redondas delicadamente decoradas, que salpicaban el salón aquí y allá, estaban llenas de licores y jugos de varios colores y sabores y de los más ricos manjares para el disfrute de toda la nobleza; la escalera principal adornada con las flores más bellas que los jardineros reales habían podido cultivar de semillas traídas de países recientemente descubiertos en el nuevo mundo de la Hyspania y otros rincones del mundo; la orquesta ya ensayaba los primeros acordes y se respiraba un aire de alegría y excitación en todo el castillo.

Los carruajes ya empezaban a llegar. El Rey esperaba a sus invitados en el salón principal, sentado en su silla de raso rojo burdeos y oro, destacaba por los ricos ropajes en color azul marino y plata. Su presencia era impresionante, majestuosa y respetada por todos. A su lado, la Reina Cara, con su corona de zafiros y diamantes, a juego con su gargantilla y pendientes, miraba y saluda a los invitados sin reparar en ninguno. Estaba un tanto distraída hasta hacía poco, esa noche se le festejaba y debía ser el bonito accesorio real para el que había sido elegida.

A la derecha de la reina y en sendos tronos menores, estaban las princesas Hatty y Carĭtas. La primera que resplandecía con su pequeña tiara plateada en los largos cabellos dorados y ondulados. Era ella la que se encargó de supervisar la decoración del castillo, siempre había tenido mucha elegancia para elegir adornos, ropajes y dejar todo tan bello como le gustaba. A sus pies en un cojín de satén dorado estaba un curioso animalito que siempre estaba en su compañía, desde que Ian se lo había regalado. Era un roedor de pelaje esponjoso y blanco, suave al tacto y con carita de ardilla pero cuerpo de rata. Era un hamster, animal poco conocido en el reino, propiedad de la princesa Hatty, siempre lo mantenía a su lado para que se supiera que era de suyo y nadie osase matarlo pensando que era un mero roedor. Quien se lo había regalado era El Capitán Espronceda, nombre bajo el que se ocultba Ian Van Somerhalder, el pirata más temido del continente, hijo natural de una princesa nórdica y un legendario corsario del que se afirmaba que por sus venas corría la sangre de Atila. La joven princesa estaba enamorada del hidalgo de la nueva hispania en contra de cualquier buen juicio. 

A su lado estaba la princesa Carĭtas, cariñosamente llamada Carĭ Su Majestad, la hija menor del Rey Frederick, también ataviada con una pequeña diadema de oro, que destacaba en su hermoso cabello castaño. Esta princesa gustaba de caminar por las mañanas por el jardín, daba largos paseos en compañía de sus damas de compañía: Paulette, Nan, Gwen, Pía e Ilona; bajo la atenta mirada de su institutriz, la Señorita Natalia Armitage siempre pendiente de ellas. A la izquierda estaba el Príncipe Ferdinand, vestido con el traje de capitán de las tropas reales en rojo y oro, muy serio y pensativo; tato que poco caso hacía a su hermana menor quien infructuosamente intentaba charlar con él.

Esa noche se esperaba que lo más selecto del reino hiciera su aparición, mención especial se hacía de algunos invitados, entre ellos, La Duquesa, con un traje con destellos de esmeralda y oro, acompañada de su esposo el Gran Duque de Firepark, hermano menor del Rey; el príncipe italiano James Di Franco en compañía de su esposa, la marquesa de Calderot; Sabine de Chamboissie y Chomaudon esposa de uno de los indispensables del rey, su esposo Sir Gwilym Cumber y Holmes.

Era el cumpleaños de la Reina y el Palacio vestía sus mejores galas; pero para el ávido observador no era el único motivo de interés para el Rey. Desde hacía meses se discutía la línea de sucesión y por lo mismo era imprescindible encontrar una esposa para su hijo, que no tenía ningún interés en casarse, y un marido para la Princesa Hatty. El Rey se oponía fervientemente a que se discutiera la posibilidad sola de casar a su adorada Cari, la luz de sus ojos y para él, tan solo una chiquilla. Por eso se había invitado a varios de los más nobles y ricos príncipes del reino. La noche prometía ser un dechado de fiesta y alegría y muy pronto todo habría de revelarse.